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MADRID, ED. PÁGINAS DE ESPUMA, 2012.
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El libro de los viajes equivocados es una obra de arte, un milagro, porque la caracola sobre la que se asienta contiene el número Φ, es decir, la autora ha hecho los más increíbles malabarismos para conseguir edificar su obra sobre la proporción áurea. La Gioconda, la Acrópolis de Atenas, los pétalos de una rosa, el vuelo de un halcón sobre su presa o el cuerno de un carnero están creados sobre esta maravillosa proporción.
Igual que Cortázar estructura su cuento Lejana (Bestiario) sobre un palíndromo para mostrarnos al final, sobre un puente, dónde se halla el palíndromo de la historia, Clara Obligado, para contarnos estos viajes equivocados, escoge un armazón de espiral que desde el primer minuto sostiene esa forma particular de transcurrir el tiempo. En ella el "azar" rige la vida de los protagonistas e incluso de los objetos (esto se anuncia en el primer relato, con dicho título). Esa vida no es otra cosa que un viaje, muchos viajes, especialmente el de los emigrantes (como ella), aunque no se olvida de aquellos que se atreven a romper la inercia del bucle para viajar en pos de sus sueños. Por eso, espacios, tiempos y protagonistas se convierten en vasos comunicantes que aparecen aquí y allá, entretejidos en una tela de araña que, de repente, rompe la frontera del libro de cuentos para transformase en una novela con sentido propio (la autora, consciente de ello, sugiere que leamos el libro en el orden en el que ha situado los relatos).
¿Por qué una espiral? Porque es la forma idónea para su visión del tiempo. Una concepción que, antes que en los griegos de hace casi 2.800 años, ya está en los mayas (3000 a.C.) y antes incluso que en estos, en el pueblo egipcio (4000 a.C.). Las civilizaciones nómadas son las primeras en comprender la circularidad del tiempo, su forma de tirabuzón infinito; es fácil entender el eterno retorno cuando se observan los ciclos lunares o las estaciones. En una ocasión, la autora explicaba su simpática percepción del tiempo: "es como un queso Gruyère, algo tupido y con agujeros que se comunican entre sí".
De esta idea debe de proceder la necesidad de sembrar en la obra motivos literarios: puentes, de los que no solo unen o separan pequeñas orillas sino también continentes y seres humanos; manos que dicen adiós; fotografías que fijan el tiempo en un espacio y cuyo fotógrafo colecciona puentes con sus respectivas historias; caracolas que el azar instala en distintos lugares del planeta en el pasado, presente y futuro; lugares que se reiteran; trenes, aviones, barcos....
Por otro lado, es admirable la labor que ha realizado con los personajes. Se enredan en las historias y las atraviesan con sus vidas múltiples al mismo tiempo que van evolucionando bien como una prolongación de la hélice perpetua de la que forman parte, bien desarrollándose en universos paralelos. En esto, El libro de los viajes equivocados es una obra de ingeniería. Y el lector, por paradójico que pueda parecer, nunca se pierde en esta maraña de vidas.
¿De qué más puede servirse un escritor para conseguir la sensación de conexión entre las redes temporales? De la intertextualidad. En este caso nada menos que doble. Deslumbrante. Además de encontrar constantes alusiones a obras y escritores referentes de la autora (Monedas de oro podríamos haberla escuchado de labios de Sherezade; Madison, los puentes de, nos ofrece el final que Robert James Waller no quiso escribir; Albania celebra La virgen albanesa de Alice Munro; Las dos hermanas, se hace eco de las tres de Chéjov...) su propio trabajo se convierte en intertexto de sí mismo gracias a las continuas referencias que se cruzan entre sus relatos. Chapeau, Clara Obligado.
Asimismo, quiero llamar la atención sobre el número de cuentos incluidos en este volumen: once en total (número "maestro", es decir, de inspiración, de revelación). Por tanto, el cuento que ocupa el sexto lugar es el estratégico; sobre él, a mi juicio, se articula el viaje más equivocado de toda la novela y de la Historia: el de los trenes que condujeron a millones de seres humanos al exterminio. Todo parece posible en esta obra, así que la caracola estructural se convierte, con El silencio, en simetría pura. Es un relato donde las palabras no dichas preñan el vientre de un hombre estéril, donde los ojos ponen sobre lo atroz una mirada de cotidianidad cómplice de la barbarie, donde las manos agitándose tienen el color de un destino cierto, y donde los oídos se hacen sordos a lo evidente, como si ello eximiera a la realidad de ser real.
Un único y delicioso cuento, La escritura, rompe el molde del narrador en 3ª persona (que vertebra el libro y que va desde la objetividad a distintas focalizaciones), para convertirse en el mayor exponente de metaliteratura. Narrado en primera persona por la protagonista-autora, en él se produce el encuentro de esta con el que será el personaje principal de la mayoría de los fragmentos, Lyuba. Da la impresión de que la joven se presenta ante la autora para que esta la descubra. Me recuerda a un personaje de Pirandello en busca de autor o al Augusto de Niebla, conversando con Unamuno.
Del estilo de la escritora quiero señalar su lenguaje poético, desafiante, pero conciso y sugerente, en el que la búsqueda de la expresión propia nos sorprende en descripciones, desarrollos, personajes, diálogos, desenlaces.
El Libro de los viajes equivocados es una llamada constante a la experiencia de los sentidos, a la evocación de la buena literatura a través de su reformulación; es una divina caracola, un rizo áureo de tiempo. Y su lectura es, sin ninguna duda, imprescindible.
EL LIBRO DE LOS VIAJES EQUIVOCADOS. Clara Obligado,
UN VÍDEO PARA COMPRENDER MEJOR