MI COLEGIO
Por Paula Moreno Barriocanal (1º BTO.)
¡Hola amigos!
Me gusta mi colegio. Tengo muy buenos recuerdos de él. Buenísimos recuerdos de él. Aún me vienen a la mente algunos momentos en Infantil, cuando aplastábamos la plastilina contra las mesas haciendo churros finísimos a los que dábamos infinidad de formas extrañas. Y cuando acababas, ilusionado, te acercabas a tu “seño” y le decías: “¡Pofe, pofe ... mira lo que he hecho!”, y tu profe te decía: “¡Oh, es precioso! (...) ¿qué es?” Y en ese momento, furioso y ofendido le replicabas: “Pues somos mi padre, mi madre, mi hermana y yo en casa de la abuela María, ¿no lo ves o qué?” Y te ibas a tu sitio indignado pensando que eras un niño incomprendido ...
También me acuerdo de cuando estábamos en el patio de los pequeños, donde echabas un vistazo alrededor y veías un claro ejemplo de que el universo tiende al mayor desorden: los niños tirados por el suelo rebozándose en la arena, las niñas jugando a “mamás y papás”, el chulito del patio con la rueda más grande, otros intentando colarse en el Noviciado para ver a las tortugas ... ¡Qué caos!
Bueno, ¿y qué me decís de cuando nos castigaban mirando a la pared recapacitando sobre alguna cosa que habíamos hecho mal? En serio ..., ¿alguno de vosotros pensaba en eso? Porque yo me dedicaba a imaginarme caritas en el gotelé de las paredes ... En fin ...
Pero también guardo muy buenos recuerdos de Primaria, concretamente del año en el que cambias de patio ... ¡Al de los mayores! Con sus canastas, sus redondeles, su cochera, su polideportivo ... Esa época en la que cada semana tenías un cumpleaños de un compañero de clase, y que de vez en cuando alguno te decía: “lo siento, no te he invitado porque no me dejaban mis padres”, o en su defecto: “es que no me quedaban más invitaciones”; esa etapa en la que los viernes teníamos una sesión de flúor en la que nos hacíamos reír unos a otros mientras lo teníamos en la boca; esa época en la que hacías los deberes con gusto; donde teníamos modas tan diversas: cromos, tazos, peonzas, tazos, yo-yo, cromos...; ese odio histórico entre el grupo A y el B (“¡Vosotros sois A, de anormales!, ¡pues vosotros B, de burros!”), etc. Qué creatividad, cuánta imaginación.
Sin embargo, un día te haces mayor y entras en la ESO, donde tu mayor temor es la división de Conocimiento del medio en Naturales y en Sociales. De primeras, ese ínfimo detalle ya infunde respeto. Tampoco es divertido el cambio drástico de horario, ya que, además de perderte todas tus series favoritas de la hora de la comida, (o en su defecto, si eres de comedor, que te quiten tus dos horas jugando en el patio), cuando llegas a casa te comes hasta las judías verdes.
Pero, ya cuando entras en bachillerato comienzas una época de madurez. No, es broma. Sigues siendo el mismo, pero en vez de criticar a los del grupo “A” o “B” tomas represalias con el grupo de ciencias o el de letras. Y esto es así. Estudios científicos han intentado resolver este gran enigma pero aún no se sabe muy bien la causa de este suceso. Otras características de un alumno de bachillerato son calentar los bocadillos en el radiador, aglomerarse brutalmente en la puerta de clase entre cambio y cambio, no descartar posibilidades de soborno a los profesores, tener pesadillas con las PAU y con que no te dará tiempo a hacer el examen de Lengua, pegarse con tal de salir a la calle en el recreo a estirar las piernas y acabar sentados en un banco, salir tarde por la puerta verde y que Puri te regañe por culpa de que algún profesor se ha enrollado, etc.; junto a algunas de las frases típicas más utilizadas, entre las que destaco: “¡No da tiempo a hacer el examen!”, “¿si lo hacemos sube nota?”, o “¿pero esto entra en las PAU?”.
Finalmente, en un monólogo sobre el colegio, no puede faltar una mención especial a los actos conmemorativos en honor a San José de Calasanz y Madre Paula Montal. Son días en los que en el patio del colegio nos reunimos todos los alumnos y te das cuenta de que hay mundo fuera de tu mundo. Como colofón a la fiesta, el esperado chocolate con bizcochos. En principio, se pretende que todo el mundo guarde un orden y espere su turno para coger un vasito pero finalmente llega el caos. Y es que parece que algunos no han desayunado en su casa para hacerlo “de gorra” en el colegio. Pero lo más gordo es cuando, después de haberse tomado varios vasos, tener churretones de chocolate por la cara y la ropa y tocarse la tripa porque están “llenos”, van y sueltan “no ha estado mal pero me gusta más el que hace mi madre”.
¡Os deseo un feliz Día del Libro, buenos días!
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